ESTE CUENTO LO HA ENCONTRADO EL GRUPO DE LOS PUMAS, ABAJO ESTÁN UNOS VOKIS CON SUS
PREGUNTAS SOBRE LA LECTURA
PREGUNTAS SOBRE LA LECTURA
Se llamaba Giovanni Batista, pero como un nombre así resultaba demasiado largo para un niño todavía tan pequeño, sus padres le llamaban Tino.
Tras el primer cumpleaños vino el segundo. Pero antes de que llegase el tercero, Tino manifestó los primeros síntomas, los primeros indicios de una enfermedad un tanto insólita.
Un día, al volver de la compra, la señora Rosa le vió acuclillado sobre una alfombra jugando melancólicamente con un caballo de goma. De repente, a la señora Rosa se le encogió el corazón... Tino... eso era; Tino le parecía tan pequeño, francamente más pequeño de como le había dejado cuando salió... Corrió hacia él, le cogió en brazos, llamándole por su nombre, acariciándole... Menos mal, se había equivocado: Tino era el mismo de siempre. No había cambiado el peso, ni la estatura, ni tampoco la vivacidad con la que volvía a jugar con el caballo de goma, golpeándolo enérgicamente contra el suelo.
Otro día el contable Bianchi y la señora Rosa dejaron solo a Tino en el cuarto de estar durante un momento. Cuando volvieron, lanzaron un grito al unísono.
—Sabes, a mi me pasó otra vez; volví del mercado y le vi allí, en aquel rinconcito, tan pequeno, tan chiquinín tan chiquinín...
Aquel día el contable Bianchi y la señora Rosa se tranquilizaron. Pero más adelante volvió a repetirse lo mismo, y otra vez más. Entonces, como es lógico, decidieron llevarle al médico. El médico reconoció a Tino, le midió, le pesó, le hizo decir treinta y tres, le ordenó toser, le miró la garganta con una cuchara, y concluyó:
—Entonces, entonces... Vamos a hacer una prueba. Saldremos los tres, dejándole solo un momento y vamos a ver qué pasa.
Salieron del despacho y se quedaron escuchando detrás de la puerta. Ni un ruido. Tino no lloraba, no se movía, no daba señales de seguir allí dentro.
Cuando volvieron a entrar, vieron los tres lo mismo: vieron que Tino se había hecho pequeño, pero pequeño pequeñísimo... Aunque sólo por unos instantes. En cuanto vio al papá y a la mamá y al médico volvió a ser el que era: un hermoso chiquillo, sano y fuerte, incluso bastante alto para su edad.
—Ya entiendo, ya entiendo. No es exactamente una enfermedad, pero es una cosa rarísima. Solamente sucedió una vez, hace cien años, en América...
—Calma, calma, señores —dijo el médico—. No hay motivo para alarmarse. Este niño lo que necesita es no quedarse nunca solo. Cuando se queda solo, empequeñece. Esto es todo. Necesita compañía, ¿entienden?
—Entiendo, entiendo. Pero no se trata de esto. El niño necesita estar con otros niños de su edad, ¿comprenden? Un hermanito, amigos. Mandarle al colegio, buscarle compañeros de juego, ¿entienden?
—Quiero decir: ¿incluso cuando crezca tendrá que estar siempre con alguien para no hacerse pequeño pequeño?
—Eso se verá —dijo el médico elevando los brazos al cielo—. Pero aunque fuera así, ¿sería una desgracia?
El contable Bianchi y la señora Rosa se llevaron a casa al pequeño Tino: bueno, como ya he dicho, no tan pequeño, y se preocuparon por él aún más que antes. Tino tuvo un hermanito, fue al colegio, crecía bien en todos los sentidos, o sea que se hacía alto, inteligente y activo... Verdaderamente era un chico estupendo y todos le querían: no iniciaba una riña, era él el que ponía paz entre los contendientes. Luego se hizo un mozalbete, fue a la Universidad...
Una vez, cuando ya tenía veinte años, estaba estudiando en su habitación. Esa vez estaba totalmente solo, aunque de costumbre venía algún amigo a estudiar con él... El contable Bianchi y la señora Rosa tuvieron el mismo pensamiento.
Y de puntillas, uno detrás de otro, miraron por el agujero de la cerradura...
Es muy divertido hacer lecturas con vokis.A mi me gusta más hacer lecturas así.
ResponderEliminarA mi también me gusta hacerlos así resulta más fácil.
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